Decir
Víctor Farías es hablar de controversia. La que ha causado la mala costumbre
del filosofo/historiador de sacar verdades al sol. Él fue quien se atrevió a
desenmascarar el mito de Salvador Allende y de hablar de lo que “no se habla”
en su libro Los Nazis en Chile. Ahora
en Ricardo Lagos y el Chile Nuevo, el
Profesor Farías arremete contra alguien que en el presente sigue activo y muy
vivo.
Generalmente
me salto los prólogos o los leo a la carrera, sobre todo si el libro es corto
como lo es Ricardo Lagos y el Chile Nuevo, pero esta es una introducción
imperdible. Ahí, el Profesor Farias nos revela las intenciones tras su obra. La primera es exponer la evolución del
pensamiento del ex-gobernante desde los días en que Ricardo Froilán era un académico
y marxista convencido hasta su etapa actual y posterior a su periodo
presidencial.
Esta
evolución en Chile la tildaríamos de “cambio de chaqueta” o “vuelta
de carnero. Se trata de un fenómeno común en muchos políticos de la antigua
izquierda chilena y que fueron conocidos con el retorno de la democracia como
los “Renovados.” ¿Por qué entonces Víctor Farias eligió al ex mandatario como
objeto de estudio? El nos lo dice en el prólogo “Lagos es sin duda, el único
político realmente importante de la centro-izquierda chilena"(Farías,
p.9). Con esto, el historiador nos recuerda que la Concertación no ha brindado
figuras políticas de peso. Los dos presidentes democratacristianos (Patricio Aylwin
y Eduardo Frei Ruiz-Tagle) carecen de una ideología, y menos la tiene la
socialista Michelle Bachelet.
Cinco presidentes de Chile (es.wikipedia.org) |
Es
de esta la “ideología lagunera”la que nos habla el libro, porque en ella se
encierra la esencia de la tragicomedia marxista de antaño que hoy pareciera
repetirse. Así lo entiende el autor al expresar que el segundo propósito de
este libro es “despertar la atención ante la reaparición actual amenazadora de
esos mismos síntomas en la sociedad chilena contemporánea” (Farías, p. 14) Con
esa cita se nos recuerda lo que tantas veces este blog ha profetizado: nuestro
pasado es espejo de nuestro presente, y si no lo evitamos a tiempo, también
será espejo de nuestro futuro.
Hoy
nos sorprende e incomoda, ver jóvenes que ni soñaban con nacer en la era de
Allende, salir a la calle exigiendo desaforadamente la necesidad de retomar el
proyecto tronchado de la Unidad Popular, como si en los días del oscurantismo “upeliento”
en Chile amarráramos los chanchos con longaniza. El problema es que, y lo dice
Don Víctor, las generaciones posteriores a la muerte de Allende han aprendido
historia gracias a archivos de prensa, a imágenes descontextuadas, a mitos pre-fabricados
por el mundo mediático.
Pocos
historiadores se acercan a la verdadera autoridad que se oculta en documentos públicos.
En cambio, Víctor Farias se apoya exclusivamente en fuentes primarias,
rescatando toda palabra escrita y pensamiento de Ricardo Lagos, desde artículos,
ensayos, libros, tesis de pregrado y Doctorado; hasta llegar a entrevistas para darnos una
visión amplia, de un político de la envergadura del ex gobernante, a través de su obra.
El
libro está dividido en dos partes “La Edad del Corazón” y “La Edad de la Razón”.
La primera es la etapa pública inicial de Ricardo Lagos, cuando era un marxista
furibundo, la segunda es ya a mediados de los Ochentas cuando vira sutilmente de postura, se
distancia de lo que un día abrazara, y se adhiere a posiciones que un día
observara con el más profundo rechazo.
Lagos en 1971, cuando era Secretario de la Universidad de Chile (Flickr.com) |
El
Profesor Farías inicia la historia intelectual de su personaje en 1971, año
clave del gobierno de Salvador Allende, en el que la Unidad Popular perdió su
oportunidad de convertir a Chile en lo que su utopía marxista deseaba. Ese año,
Lagos, entonces docente y secretario general de la Universidad de Chile publica
Para el Chile nuevo, Universidad Nueva ¡Ahora!, en colaboración con Eduardo Novoa Monreal. Esta proclama, publicada
por una editorial cubana avecindada en Chile, expresa la intención de expropiar
la educación universitaria y ponerla al servicio de la causa marxista. Es el manifiesto
de lo que la Unidad Popular quiere hacer con la educación.
El
texto nace en un marco de extrema violencia estudiantil que Farias nos recuerda
puntualmente. Olvídense de “Ley Hinzpeter” o cabros chicos llorando porque los
mojó el guanaco. Hablamos de enfrentamientos que cobran heridos y muertos en
una espiral que pareciera conducir a algo peor.
Las
fuerzas que arremeten contra el estudiantado no son ni militares, ni la CIA, ni
elementos “reaccionarios” de la Derecha oligarca, aunque para los comunistas puedan
calificarse como tales los gremialistas y estudiantes democratacristianos
apedreados por La Ramona Parra en una
batalla que termina con 20 heridos, el 16 de noviembre de 1971. El 22 de
noviembre, los manifestantes de la UP hieren de gravedad a cuatro estudiantes
de la Pontificia Universidad Católica. El 29 de diciembre un saldo de dos
heridos deja un violento incidente en la Universidad de Chile. La violencia
estudiantil precedía al gobierno de Allende, puesto que el mirista Arnoldo Ríos
fue baleado en 1970 en la Universidad de Concepción en una disputa entre elementos
del MIR y comunistas. Eso, para quienes hoy creen que en ese entonces las
fuerzas de la Izquierda estaban unidas bajo la misma bandera roja.
La Ramona Parra no solo sabía dibujar en las paredes (wikipedia.org) |
Es
a la luz de este recuento de daños que se puede entender la socarronería con la
que Ricardo Lagos Escobar, décadas más tarde y ya convertido en presidente de
Chile, hablara que debíamos familiarizarnos con la “cultura de protesta”. Eso
en los albores de la Revolución Pinguina, que a veces olvidamos inició durante
su mandato. Por eso vale recordar que Lagos vivió y promovió el concepto de una
lucha armada estudiantil como único medio para reformar la educación en Chile. Hoy
vemos a sus herederos poner en práctica las teorías tan amadas por la izquierda
durante su Edad del Corazón.
En
páginas subsiguientes, el libro revisa otros escritos, incluyendo su tesis de doctorado,
que la defendiera en la Universidad de Duke (EE.UU), en los que Ricardo Lagos
esboza su doctrina económica. Básicamente esa teoría comienza con un
reconocimiento de los grupos económicos que manejan a Chile (incluyendo todos
los bancos del país) y un llamado de eliminación a punta de expropiación del sector
privado empresarial. El cual será adoptado posteriormente por el
programa de gobierno de la Unidad Popular, permitiendo una oleada de
expropiaciones, que llevaran a la paralización económica y productiva del país.
Vehemente
y elocuente es la fustigación lagunera contra los consorcios que dominan la economía
chilena, pero como señala el autor hay una fisura en la coherencia de Lagos. Ese
llamado a que la “revolución marxista” destruya completamente a la burguesía
financiera parece desconocer el hecho de que el mismísimo Compañero Allende es
miembro de una de ellas. En efecto, el
ex presidente fue accionista y director entre
1952 a 1958 de "Pelegrino Cariola. S.A.C." ¿Pero
no lo vemos hoy en día? Las grandes figuras del Socialismo o “Progresismo”
de la boca para afuera critican a la oligarquía
empresarial, cuando ellos mismos lucran a través de ella.
De
ahí, el libro salta una década para caer a
mediados de los Ochentas. Tras un cómodo exilio en Estados Unidos (país
que había sido blanco de sus criticas), Ricardo Lagos regresó a Chile a encabezar la oposición al Gobierno Militar. Seguía publicando ensayos en los que hablaba
de “años de oscurantismo” y criticaba el modelo económico neoliberal que había
adoptado el régimen del General Pinochet. Pero Farias ya comienza a notar
detalles de lo que llama la “transformación” de Lagos.
En
su Herencia neo-liberal y estrategia
económica, publicada en Madrid en 1983, Lagos parece renunciar a su
ferviente visión de reformas universitarias y lo cita Don Víctor “Los temas que
estaban en el centro del proceso de reforma, tienen poco que ver con la
preocupación esencial del universitario de hoy en día.” (Farías, pág. 72) En el
mismo ensayo, Lagos expresa aprecio por los “valores permanentes “de la
institución universitaria, él que fuera arquitecto de un proyecto para destruir
esos valores.
Pero
el gran cambio de Ricardo Froilán tiene lugar en 1986, el año del atentado contra
la comitiva presidencial del general Augusto Pinochet (5 uniformados muertos y
11 heridos, reconocidos por el “Informe Rettig”) y el descubrimiento de los
arsenales de Carrizal Bajo en la III Región. A raíz de esos hechos, varios líderes de la oposición son detenidos, entre
ellos Ricardo Lagos.
Será
después de su encarcelamiento que Lagos adopte una distancia con la lucha
armada marxista y hable de “modos civilizados” con los que se pueden alcanzar
los objetivos izquierdistas. Incluso, él tan anti-gringo comienza a admirar al
“Imperio” como lo llamara el difunto Chávez y, en el colmo del descaro, acusa al Gobierno
Militar de alejarse de los gobierno Estados Unidos.”Que ha sido nuestro
principal interlocutor en el extranjero” (Farías, p. 96)
Lagos y Condoleeza Rice : afianzando buenas relaciones con El Imperio (wikipedia.org) |
Ahí
nace este nuevo Lagos que cree más en resquicios legales que en atentados
militaristas. Un Lagos aburguesado que después de hablar pestes sobre el economía
de mercado implantada por los Chicago Boys, optará por ese modelo neoliberal, perfeccionándolo
durante su gobierno, hasta concluir en los famosos Tratados de Libre Comercio (TLC)
firmados durante su mandato (2000-2006), con diversos países del orbe.
Este
es el Lagos de la Transición que sabe moderar y modificar su discurso político
para llegar a su meta: El Palacio de La Moneda. De esta manera se convierte en
una admirada figura pública; (y dicho en buen chileno) pese a todos los
“condoros” como fueron el Transantiago, y
otros que bien nos recuerda el Profesor Farias en este texto escrito con el
profesionalismo, refinamiento, y amenidad que caracteriza la prosa del
historiador. Aunada a esas virtudes, está la imparcialidad del Profesor Farias
que no teme reconocer logros de Lagos tales como su apoyo para difundir la música docta en los jóvenes a lo
largo de Chile, y la valentía del
presidente al negarse a apoyar la invasión estadounidense de Irak.
(udel.edu) |
Antes
de terminar, que no les quiero contar todo el libro, detengámonos en el titulo.
¿Cuál es ese Chile Nuevo? ¿El que pretendía implantar Lagos en el clímax de la
UP, el que implantó durante su mandato en base de un modelo económico “pinochetista”
o el que busca sembrar la “Nueva Mayoría” y hoy vemos cada vez más cercano
gracias a intentos de regresar a los mismos errores de la era de Allende? Porque
si algo nos deja esta obra es la certeza de que todo ha sido un sorprendente circulo
vicioso.
Mi
conclusión al cerrar el libro es que Ricardo Lagos más que protagonista es un
punto de referencia, un símbolo de una manera de pensar que en vez de
evolucionar ha adoptado un disfraz de oveja, y sigue entre nosotros empollando aviesos
objetivos. Hoy en día, los revolucionarios de
antaño andan de cuello y corbata del brazo de figurones del sector
burgués, pero en la oscuridad siguen manejando los hilos de futuras
generaciones que puedan servir de carne
de cañón en su lucha vandálica por cambiar el mundo y hacerlo a la pinta de ellos. Ojala
esos ingenuos que dejan que los manipulen, leyeran este libro y entendieran.
Ricardo
Lagos y el Chile Nuevo, publicado por la editorial Maye, ya puede ser adquirido en la Librería
Antártica y La Feria Chilena del Libro. Aconsejo la lectura de una obra que además
de ser un libro de historia, es un claro
recordatorio que ciertos peligros, como los gérmenes, mutan y se hacen más
fuertes.