Mucho ruido metieron los arqueólogos el año pasado buscando en vano la tumba de Lorca. De Allende se dice que fue asesinado, que se suicidó y hay quien cree que lo mandó matar Fidel. Ni hablar de la muerte de Jesús. Hay quienes creen, gracias al gran “historiador” Dan Brown, que nunca fue crucificado y que nunca resucitó. No hay nada que capture más la imaginación y produzca especulaciones desorbitadas que la ausencia de tumbas y de cadáveres mal identificados.
Ian Gibson es un irlandés que se ha hecho la América escribiendo libros chantas sobre la muerte de Federico García Lorca y sus detalles. “¡Gibson sabe hasta el nombre de los asesinos!” me decían mis profes de la Uni, abriendo tamañas pepas. Gibson se hizo rico, hasta se ganó el mote de “hispanista”, pero el año pasado el hallazgo del tumba-que-no-existió vino a demostrar que no sabía tanto del paradero del poeta lo que ha provocado nuevas conjeturas sobre los restos de García Lorca.
Se dice que la familia de Federico hizo un trato con el régimen franquista para exhumar el cadáver y enterrarlo ellos en un lugar desconocido. Otros dicen que fueron los mismos que lo fusilaron quienes lo trasladaron, temiendo represalias puesto que el poeta era muy admirado en las dos Españas. Hay quien dice que excavaron mal, que Federico está un poquito más allá o más acá de donde se cavó. En fin, ¿ya que importa? La única teoría que quisiera oír es que a Federico no lo fusilaron.
Fue el comunismo internacional quien decidió “asesinar” a Salvador Allende. La realidad del suicidio no concordaba con la imagen icónica del presidente y el comunismo necesitaba un mártir. Que hubiera seis testigos del suicidio era intrascendente (aparte que dos de ellos, Arsenio Poupin y el Intendente de La Moneda, Enrique Huerta, pasaron rápidamente a formar parte de listas de desaparecidos).
Alrededor del mítico “asesinato” se tejieron libros, discursos y un aparatoso articulo de García Marques con Allende disparando desde una escalera, hiriendo al General Palacios para luego ser abatido a balazos. En vano, El Dr. Patricio Gijón declaró haber visto como su presidente se volaba los sesos. La izquierda mundial lo convirtió en un paria por contar una verdad inconveniente.
En 1990, en el gobierno de Transición de Patricio Aylwin, se desentierran los restos de Allende y su medico personal (y testigo del suicidio) Arturo Jirón hace una autopsia que determina que el fenecido murió por su propia mano. Un poco después otro medico-testigo (¿Por qué Allende estaba rodeado de médicos en sus últimas horas?) José Quiroga dio una entrevista en Los Ángeles donde aportó detalles que corroboraban la versión Gijón.
Sin embargo, hace un par de años, tanto la familia como un tal Dr. Ravenal o Ravanel volvieron a poner en tapete el cuento de que a Allende lo “suicidaron”. Lamentablemente, para la izquierda, ha surgido otra teoría de conspiración que dice que efectivamente al Chicho lo mataron, pero…agentes castristas.
El francés Alain Ammar publicó un libro Cuba Nostra: Los secretos de estado de Fidel Castro en el que ex agentes de inteligencia cubanos aseguran que a Allende lo mató un infiltrado en el GAP (la Guardia Personal de Allende), un cubano llamado Patricio De la Guardia. Los motivos eran que Fidel Castro no quería que Allende se rindiera. Al ver que el presidente corría por los pasillos gritando “hay que rendirse”, su “angelito” De la Guardia le pegó un par de tiros por la espalda al mandatario.

Pero como con Federico, a mi me gustaría inventar una leyenda urbana de que Allende no se suicidó, que vivió hasta el fin de sus días en otro lado. En la Antártica con el Fuhrer, o en Washington asesorando a la CIA. Vamos, si El General Palacios, el primer militar que ve el cadáver tuvo que reconocerlo por el reloj, ya que el balazo le destrozó el cráneo (no por un culatazo de milico como inventa Gabo García Márquez) es posible que no fuera el Chicho. A la familia no se le permitió descubrirle la cara ya en el féretro. Eso me suena sospechoso.
No seria el primer “resucitado” de esa contienda. Otra de las incoherencias de García Marquez es que Augusto Olivares, director de TVN, asesor de prensa y amigo personal de Allende, fue herido en la refriega y llevado a la Posta donde se desangró hasta morir. En realidad, Olivares se dio un tiro mortal en el baño de La Moneda. Nosotros en Viña nos enteramos de la muerte del “Perro” Olivares al mismo tiempo que llegaba la noticia de que su viuda, la actriz y presentadora Mireya Latorre también se había suicidado. Por 23 años yo creí que Mireya Latorre estaba muerta. En realidad las dos estábamos exiladas, por motivos diferentes. Volvimos a Chile casi al mismo tiempo, y ella falleció este año.
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Mireya Latorre y el Matrimonio Allende |
Las mitologías sobre los desaparecidos son infinitas. Hay quien dijo que Jorge Muñoz, muy llorado por su viuda Gladys Marín, había sido visto vivito y con otra señora en Paris. A Jaime López Arellano, pareja de Michelle Bachelet en los días del Pronunciamiento militar, se le creyó “desaparecido” en Villa Grimaldi. En realidad, se había convertido en informante de la Dina.
Los muertos sin tumba son fáciles de resucitar. Así en el Siglo XIX aparecieron muchos individuos jurando ser el Delfín, hijito de María Antonieta, quien había muerto en su infancia en poder de carceleros revolucionarios. En el Siglo XX, hubo otros que intentaban convencer al mundo de que eran los hijos del Zar quienes habían sobrevivido la masacre de Tsarskoye Selo. La más trágica fue Anna Anderson, que murió asegurando ser la Gran Duquesa Anastasia.
Hay una necesidad de mantener vivas a las figuras históricas. Los alemanes creían que Federico Barbarroja estaba escondido en una cueva por siglos esperando el momento en que su país lo necesitase. La misma leyenda se cuenta acerca de Sir Francis Drake. Victimas y simpatizantes del Nazismo han creído por setenta años que Hitler no murió, que huyó a Sudamérica, y que tiene bases de Ovnis en la Antártica.
Pero ninguna teoría de resurrección es más extraordinaria que la que niega la Resurrección con mayúscula. Y no la inventó Dan Brown. El Islam que exalta a Jesús como un gran profeta, niega la Crucifixión y simplemente considera que Jesús fue elevado a los cielos, como su madre La Virgen, y el Profeta Elías. Muchísimas sectas de los primeros siglos del Era Cristiana tampoco la aceptaban. Los Basilidianos sostenían que Jesús había sido suplantado por otro en la cruz, los Docedianos pensaban que Jesús no tenaí cuerpo realmente, solo una imagen corporal por lo que era imposible crucificarlo.

Por supuesto esas teorías quedan eclipsadas por las mas modernas que “demuestran” que Jesús, y su señora María Magdalena, se fueron a Francia y fundaron la dinastía Merovingia y otras que dicen que Jesús se fue a la India, se casó y murió en Cachemira. Por supuesto, la más tirada de las mechas, es que descubrió América y convivió con las 10 Tribus Perdidas de Israel, y con los aztecas que lo llamaban Quetzalcóatl. Una ausencia de tumbas, un cadáver desfigurado, incluso una historia de resurrección invitan a la loca de la casa, esta imaginación incesante, a crear cuentos de hadas para llenar el vacio de una realidad insatisfactoria.