martes, 29 de junio de 2010

Mauricio no tiene tumba. ¿Es entonces un desaparecido?



A muchos de mis amigos les sorprende que, amándolo tanto, yo no enterrara a Mauricio, prefiriendo donar sus restos a una facultad de medicina veterinaria. A mi también, muchas veces a través de este maldito año sin él, me ha sorprendido, me ha avergonzado, y provocado tristeza esa decisión. Pero creo que si volviera a tener que tomarla, de nuevo preferiría donarlo para beneficio de otros gatitos que como Mauro, presentaran patologías que asombran a veterinarios.

Yo tenía donde enterrar a Mauricio. Mi mamá me ofreció un pedazo de su quinta. El Señor Ministro Portales me ofreció enterrarlo en su patio, bajo un naranjo, brindándole los honores que merecía “un gato pinochetista”. No acepté esas ofertas. Quizás fue el shock del momento. Quizás fue la necesidad de que Mauricio hasta después de muerto ayudase a alguien, aunque fueran sus congéneres gatunos que él detestaba, sabedor de que él no era gato sino un duende atrapado en un cuerpo animal. O quizás fue la conciencia de que Mauricio ya no existía y ninguna tumba me lo iba a devolver. Como dijo el veterinario cuando me mostró el cuerpecito de mi gato: “Este ya no es Mauricio. Mauricio, ya no está aquí”.

Cuando chica, yo siempre enterré a mis mascotas, con pompa, con flores, con rezos. Hasta que un día, una gata vagabunda, a la que le dimos permiso para que pariera sus gatitos en el patio, desenterró a un lorito acabado de fallecer y se zampó el cadáver. Ahí tomé conciencia de dos cosas. Una, que no le daba de comer lo suficiente a la gata, la otra que ninguna tumba protege nuestros recuerdos.

Tal como hice con Mauricio, yo he donado todo órgano que todavía sirva para beneficio de otras personas. Luego que me destripen y metan mano a destajo, me gustaría que lo que sobre lo envolvieran en una alfombra y lo tiraran al mar para que se alimenten los pececitos. ¿Qué me importa que pase con mis restos si voy a estar ocupada explicando y defendiendo mi grotesca vida ante Tata D-s y Su Corte Celestial? Si en vida lo dejé engordar, y permití por años que médicos intrusos violaran su intimidad, ¿voy a preocuparme de lo que le ocurra a mi cuerpo después de yo muerta?

Esa medida, y la que tomé respecto al cadáver de Mauricio, fueron decisiones voluntarias. Yo tuve la opción de disponer de los restos de Mauricio,tal como espero disponer sobre los míos. Otros no pudieron escoger y por eso entiendo y respeto la necesidad de dar descanso a seres queridos o al menos saber que pasó con ellos.

Estaba leyendo en el Blog de Luís Antequera en Religión en Libertad, sobre unos Hermanos Garrido que se han encargado, en los últimos años, de rastrear y repatriar restos de caídos de la División Azul. Al respecto de esa noticia, un señor que firma como "Luis Español" dijo, con una ecuanimidad desconocida en nuestra sociedad pluralista, que reconocía el derecho de los parientes de estos soldados de recibir sus restos y darles sepultura, pero también reconocía ese mismo derecho de otros cuyos familiares llevan décadas enterrados en tumbas anónimas a la vera de algún camino español.

Yo reconozco el derecho de todo familiar de desaparecidos durante el Gobierno Militar en Chile de saber qué pasó con sus parientes, cómo y dónde murieron, dónde fueron enterrados o desaparecidos y, si es posible, darles a sus restos la sepultura que ellos crean necesaria y digna.

Lo que no reconozco es que ese derecho tan sagrado sea manipulado por elementos facciosos y oportunistas que sirven intereses creados y ayudan a tergiversar la historia. Eso lo explica Luis Español mejor que yo y me permito citarlo. “Fue una pena que el fanatismo del actual Gobierno manchara una iniciativa profundamente moral y sensata mezclándola con un juicio al franquismo que es un juicio al de donde venimos”.

A veces yo también cuestiono las razones tras la muerte de Mauro y busco culpables, exijo justicia, y planeo venganzas. Es un ejercicio inútil. No revive a los muertos. Aunque no niego que da sosiego el saber que pasó con ellos. No el “donde están” porque al final, ninguno sabe donde van nuestros muertos luego que dejan la tierra.

Sin embargo, entiendo y un poco envidio ese consuelo que otorga el tener una tumba donde ir a rezar. Hay días en que quisiera ir a ese naranjo y saber que... ¿los gusanos se están comiendo a Mauro? ¡Nooo! Lo prefiero donde está. Entonces recuerdo a una hermana de mi abuela materna que perdió dos hijas en Oswiecim.

Aunque la familia de mi madre no era particularmente religiosa, sé que a mi tía la incomodaba que sus hijas hubiesen sido incineradas, algo contrario al Judaísmo. Pero no creo que su pena fuese menor si los Nazis le hubiesen entregado los cuerpos de las niñas para que los enterrase en el cementerio judío de Trieste, su ciudad natal.

Ninguna tumba nos consuela realmente de la pérdida de los seres queridos, ni la falta de tumbas nos quita nuestros recuerdos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Disponer de una tumba es ciertamente un alivio. Pero no es imprescindible: nadie muere del todo si queda alguien para recordarle. Y eso es todo lo que se necesita para dialogar con los muertos de uno. Y si no, que se lo pregunten a las viudas de los marineros. Todo un ejemplo. Rezar al mar es rezar a sus muertos. No hace falta nada más.

Ministro dijo...

Sra Violante

El Ofrecimiento de Honores de Estado al querido mauricio, siempre estuvieron dispuestas. Hay un Durazno (Melocotón para los Iberos) que lo esperaba. Mi casa habria sido un buen lugar, respete tu decision pero no la comparto.

Saber perfectamente que respeto a partidas de seres queridos tengo una marca dolorosa, por ello te ofreci mi patio.

Ahora, si sirve de analgesico a tu alma, muy pocas veces he ido al cementerio, me da pavor, me imagino cuando me acuesto en el pasto momento de conversaciones y risas. Por ello decidi dejar de ir y recordar lo bueno en casa y con mis mejores amigos y familia...

Tranquila querida Violante el Pinochetismo es proto socialista xD

Violante Cabral dijo...

Señor Ministro,
No había visto su mensaje. ¿era un durazno? Igual, el fantasma de Mauro hubiera peleado con mi ahijada , la Señorita Augusta.
Creo en los funerales. Mealegroque usted tuviera ese consuelo de enterrar a Don Juan, y que muchos le brindasen sus respetos qe el tanto mereca. Creo en los velorios y por eso fui al de su Señor Padre, como me alegro que usted me haya representado en el velorio y funeral de Nuestro Capitán General, ¿pero tumbas? Piense que por algo no se sabe donde está enterrado El Tata.