
Los admiradores de Ricardo Froilan argumentan que salió de La Moneda con un 70% de popularidad. Claro, pero una semana más tarde cuando comenzaron a fallar todos esos proyectos que el había inaugurado, cuando los trenes no andaban y los estacionamientos se hundían, ese índice de aprobación no hubiese sido alto. Tampoco hubiese gozado de tanta popularidad si el pueblo supiese entonces que ese gran presidente seria el culpable de errores garrafales como el Puente de Loncomilla o el magistral Transantiago.
Sin embargo, conociendo a mis compatriotas no me sorprendería que si se presentara ganara nuevamente. Que los desmemoriados olvidaran todas las travesuras” laguneras” y creyeran que todos los males de Chile fueron ocasionados por la Dra. Bachelet. Al fin y al cabo, a Lagos nunca lo quemaron en efigie. No me sorprendería que Mi Gorda Bella permitiera que la convirtieran en chivo expiatorio para que su mentor regresara a La Moneda. Total, ya tuvo sus cinco minutos de gloria.
Es muy posible que Lagos vuelva a sentarse en el sillón presidencial, a poner a amigos y parentela en sitios claves donde hay y donde nadie les amarre las manos. Pero han pasado cuatro años. Ni el país ni Lagos son los mismos. Ya el andar regañando a la gente no funciona. El golpear la mesa no impresiona ni en Chile ni en el extranjero. No le envidio la tarea al Sr. Lagos, que se ve bastante envejecido, si se pone la banda de nuevo. Como Obama, va a enfrentar una tarea titánica y obstáculos quizás infranqueables. Eso le pasa al perla por glotón, por querer repetirse el plato y tener zapatos sin ser gato.
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