domingo, 27 de julio de 2008

¿Crudas o cocidas? ¿Como quedan mejor las fantasías?




Si querer ser Levy-Strauss, me atrevo a decir que lo crudo es bárbaro, que representa lo inhumano y lo irracional, y que el proceso de cocinar o preparar un producto implica progreso y cultura. Por supuesto, los nutricionistas nos invita a consumirlo todo crudo, todo con cáscara, hasta las papas como si fuéramos una piara de cerdos. “Lo natural” parece ser el cenit de nuestra civilización, cuando es sabido que un exceso de lo natural (como las bajas funciones del cuerpo) puede ser ordinario, antiestético, insípido e incluso malsano. Díganselo a mi hermano que por comerse una escalopa de pollo mal cocinada contrajo salmonella.

Sin embargo, todo en nuestra sociedad se ha vuelto simple (por ende tonto) y crudo. La mejor muestra la hayamos en el poco sutil énfasis en la pornografía. Al decir pornografía no me refiero a la verdadera, esa que se comercia y circula de manera semi privada y de la que no se habla. Yo hablo de la iconografía seudo pornográfica que empapa todo material visual sea una serie de televisión, una tira cómica o un comercial de detergente.

El “porn” legítimo tiene como propósito alentar las fantasías personales de un individuo, pero como en este mundo, que busca vanamente la uniformidad, ya no existe lo personal, las más crudas imágenes persiguen nuestra realidad cotidiana buscando quizás que vivamos en un estado de excitación sexual tal que pronto copularemos o nos masturbaremos en público.

La fantasía es una palabra constante en nuestro vocabulario diario, pero muchos no saben realmente lo que significa. De pequeña, para mi Fantasía era un excelente filme de Walt Disney donde curiosamente se mostraba lo peligros de vivir una ilusión. Mickey Mouse, era El Aprendiz de Hechicero quien, al tratar de cumplir su sueño de ser un verdadero mago, terminaba provocando una inundación. Buen ejemplo de porque una fantasía nunca debe convertirse en realidad.

Lamentablemente, los medios, y algun que otro psiquiatra beodo, nos quieren convencer de que quien no vive sus fantasías está condenado a ser un individuo inadaptado e infeliz. Absurdo pretender equiparar fantasía con anhelos, metas y proyectos. La primera es una utopía, los otros pueden ser realizables, y aunque no se concreten no implican desgracia eterna ni posible demencia. Díganmelo a mí que si hubiese hecho realidad todos mis sueños, estaría criando nueve hijos en Australia.

Ese afán de cumplir todas las fantasías, principalmente las sexuales, es indicio de naturaleza ramplona y cruda. Más inadmisible es andar incitándolas como intenta hacerlo el mercado mediático. Otra simpleza es pretender que hay “fantasías universales”, cuando el erotismo es algo que varía de individuo a individuo.

Por ejemplo, se cree que todo hombre se excita al ver a una mujer bailando desnuda, o metiéndose mano con otra, o al observar a la propia follando con un extraño. ¿Será? Al menos, los cineastas lo creen y tratan de incluir esos tres elemento tanto en dramatizados como comerciales. Por algo Woody Allen, un poco cansado de contar cuentos, metió en Vicky Cristina Barcelona una sesión "besucona" entre Penélope y Scarlett. Por algo la están mercadeando con promos de esa escena sabiendo que muchos y muchas mueren por ver a esas minas darse calugazos. Por algo las mocosas palurdas se besuquean con sus amiguitas y luego suben la foto a la Internet.

La estimulación de nuestras hormonas con provocaciones visuales, no es novedad, pero antiguamente se hacia de manera más sublime, mas refinada, mas “cocinada”. Isadora Duncan, Ginger Rogers y Jennifer Beals, cada una en su época y con su propio estilo, son ejemplos de bailarinas eróticas.

Recuerdo muchas escenas filmicas de mujeres bailando solas o con otra La diferencia es que no todo el publico estaba conciente de que verlas bailar alimentaba fantasías secretas. Hoy tenemos claro lo que es voluptuoso o no, algo que antes percibía únicamente nuestro subconsciente, pero eso no significa que esa voluptuosidad tenga que manifestarse de manera tan elemental y grosera.

Me vino a la cabeza una escena de “Malena” en que Renato, el niño-narrador espía a Malena bailando con la foto de su difunto marido. Aunque Mónica Belucci está vestida y no hace ningún gesto obsceno, es obvio que el baile es una metáfora de su sexualidad enterrada junto al marido caído en batalla. Como también es obvio que el pequeño voyeur se excita al verla moverse, porque la Belucci, aunque se disfrace de monja, siempre es erotismo puro. La escena es, aparte de sensual, muy emotiva. No sólo expresa el amor perdido de la viuda, sino la irrevocabilidad de la pasión de Renato, quien ve como Malena siempre pertenecerá a otro y que lo suyo nunca pasará de ser una fantasía adolescente.

http://youtube.com/watch?v=o0vblmfAeQE&feature=related


Son filmes y escenas como éstas las que nos enseñan el valor de la sutileza. La crudeza y lo natural, sobre todo cuando se asocian con el sexo, son signos de pereza, de simpleza, de atraso e imperfección. Por lo que seria bueno que se puliese más este mercadeo de lo privado, o se dejasen las fantasías sexuales en el terreno de la intimidad donde pertenecen.

2 comentarios:

Ministro dijo...

Vivimos la cultura de lo ajeno. De la necesidad de saber todo lo que hacen las personas...
Se podra hacer algo, lo veo dificil

Violante Cabral dijo...

Paradoja es que por un lado vivimos una cultura autistica , enajenados unos de los otros, cada vez más hostiles, pero tambien somos una cultura intrusa que vive del chisme y de meterse en lo ajeno.