Una de las mantras del Tea Party es que el “Big Government”, o sea la burocracia, está destruyendo Estados Unidos. Yo no les creía mucho, pero a cada paso descubro, y en carne propia, que la burocracia es un invento diabólico que provoca nuestras desgracias. Por eso no me sorprende saber que los romanos tenían su burocracia corrupta en constante desarrollo y que ésta fue una de las causas de la caída del imperio. Además los romanos, pobrecitos, también se creían una sociedad “globalizada” y por ende indestructible.
Si hay algo que perdura de la Antigua Roma son sus construcciones. Todavía la gente se admira de que sus puentes, acueductos y caminos sobrevivan al paso de los siglos. A medida que las águilas imperiales conquistaban nuevas tierras, surgió la necesidad de construir caminos para llegar a ellas, tal como puertos y rutas marítimas para acceder a colonias lejanas en el Norte de África y Britania. Para los romanos esas calzadas, puertos y puentes eran sus órbitas comerciales, militares y comunicacionales, las venas del imperio. Se sentían tan orgullosos y seguro de ellas que ya se creían, aun antes de acuñarse el término, “globalizados”. El mundo conocido lo tenían al alcance de su mano. Sin embargo, esa magnifica estructura para el siglo V estaría en manos de sus enemigos o en desuso debido al mal mantenimiento.
Mapa de carreteras de la Antigua Roma |
Hoy en Occidente, hay pocos países tan ricos como para dedicarse a construir a destajo. Nosotros en Chile les tenemos miedo a las obras públicas. Son siempre una demostración de corrupción en las altas esferas y las pagamos de nuestro bolsillo. Terminamos con puentes que se caen con una ventolera, caminos que terminan en una montaña y edificios muy pirulos que, a los dos años de construcción, se vinieron abajo con su primer terremoto.
En USA durante el reinado de Bill Clinton se hizo un estudio que demostró que toda la infraestructura de los Estados Unidos estaba en mal estado. Hasta hoy sigue igual o peor. Les prestan mas oído a lo del calentamiento global que a la necesidad de reparar puentes y carreteras. Es por eso que un temblor grado 6, que a nosotros nos hace cosquillas, deja tales destrozos en California. Es por eso que Katrina mandó los diques de Nueva Orleans a la porra. Es por eso que cada invierno, las nevadas destruyen caminos, cierran carreteras y dejan a poblaciones aisladas.
Para evitar esos mismos problemas, los romanos gastaban sumas millonarias en la construcción y mantenimiento de esos 400,000 kilómetros (80,000 de los cuales estaban pavimentados) de carreteras imperiales. Casi tanto como se gastaba en mantener un ejercito que cuidase de esos sendas infestados por bandidos y que siguiese conquistando provincias. Ni hablar de lo que se gastaba en mantener a toda una clase de funcionarios y magistrados que tanto vigilaban los intereses romanos en casa como en sus dominios.
Debido a que los romanos (tal como los demócratas progres de hoy) no conocían otra manera de generar fondos más que desangrar al pueblo, los impuestos se subían a cada rato. Para el siglo III se había instituido un sistema de expoliación oficial en que se iba a las granjas y se requisaba ganado o grano directamente para la alimentación del ejército.
La construcción de caminos estaba dividida en varios grupos. Las grandes calzadas caían bajo el rubro militar y eran construidas por orden de algún cónsul. Las vías vecinales o urbanas estaban en manos de las municipalidades locales. En las provincias eran los supervisores quienes estaban a cargo y hasta existía un puesto nuevo, los censores que, aparte de velar por la moral, se encargaban de las obras públicas. Todos estos señores no trabajaban solos. Necesitaban de un gabinete que, a su vez, tenía que tener su corte de porteros, secretarios, archivadores, amanuenses y los que les llevaban la vianda para el almuerzo. ¿Y quién paga?
Llegó un momento en que tener un puesto burocrático era más glamoroso y lucrativo que ser oficial del ejercito. Las clases terratenientes y los ricos comerciantes procuraban para sus hijos puestos en la administración pública lo que permitió que se expandiese el aparato burocrático, y que el ejército se llenase cada vez más con elementos foráneos. La burocracia siguió creciendo y alcanzando niveles de corrupción equivalentes a los de nuestra Era. La distancia entre el pueblo y el gobierno se convirtió en una brecha insoldable. Pareciera que habláramos de hoy. ¿No?
La explotación fiscal debilitó a la clase media romana. Muchos de los más adinerados se fueron a vivir a tierras de barbaros que no conocían los impuestos arbitrarios. (Esto me recuerda un miedo en Usa de que más alzas de impuestos puedan provocar fugas de capitales). Los bárbaros escucharon interesados los cuentos de estos refugiados sobre la debilidad de una gran nación ahora sometida a burócratas y tributos desmedidos. Se enteraron de la existencia de tierras abandonadas porque los impuestos hacían imposible cultivarlas; de terratenientes que ya no podan mantener esclavos para que trabajaran sus campos; y de granjeros que preferían convertirse en Coloni (labriegos asalariados) los que, a cambio de pan y techo, se convertían en siervos de los terratenientes.
Fueron esas mismas calzadas romanas las que los bárbaros usaron para invadir el Imperio. Los romanos aterrorizados no solo se vieron invadidos por salvajes, además se encontraron con vías cortadas, aislados de sus provincias de cuyos bienes ellos se beneficiaban. Porque tal como USA hoy en día, Roma era una nación importadora y no exportadora. Nunca tuvo industria, sus minas estaban en las provincias. Con caminos cortados ya no había posibilidad de comercio, de correo, ni siquiera de mantener destacamentos. Hubo un momento en que se tuvo que retirar las tropas de las Islas Británicas para venir a defender el Imperio continental. Aun peor, los vándalos en el Siglo V se apoderan del Norte de África y se hacen dueños del “Mare Nostrum” con sus barcos piratas que fastidiaban mas que los somalíes de hoy en día.
El imperio y sus productos |
Sin caminos ni vías marítimas para comerciar o importar víveres, con un ejército que estaba más del lado del invasor que de la nación, y sin manera de alimentar ni de sacarle plata al pueblo, el Imperio fue fácil presa de los bárbaros. Su maravillosa burocracia (y eso me confirma que es un invento del Diablo) sobreviviría en Bizancio. Sus maravillosos caminos se irán desmoronando con los siglos quedando nada más algunas estructuras como demostración de la gloria que fue Roma.
Hoy no nos importan los caminos ni las fronteras. El cuento de la globalización nos tiene empachados. La creemos infalible porque se sostiene por vías inalámbricas. Creemos que las comunicaciones son nuestra calzada romana, que nos une y sostiene. Pero no nos damos cuenta de que, tal como las vías romanas, pueden ser usadas por nuestros enemigos en nuestra contra, porque son frágiles y poco confiables. En el espacio sideral, una tormenta solar de gran magnitud o una lluvia de rayos gamma pueden dejar fuera de servicio a los satélites. En nuestro planeta, los hackers con un par de virus infiltran o dejan de combate servicios vitales. Un error humano puede destruir en un segundo nuestra falsa seguridad en nuestras vías virtuales. ¿Y entonces qué?
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