Continuaba escribiendo sobre los paralelos entre romanos y nosotros, justamente escribía sobre la población colérica e insatisfecha del Imperio, cuando me entero de lo ocurrido en Tucson. Como es una muestra fehaciente de frustraciones que degenera en violencia, decidí tomarme un descanso de los romanos para examinar lo sucedido.
En la tarde del sábado pasado, enfrente de un supermercado de Tucson, Arizona, la Congresista Demócrata Gabrielle Gifford se dirigía a un grupo de sus votantes. Fue entonces que un individuo apareció con un rifle y procedió a disparar sobre la multitud. Le metió una bala en la cabeza a la congresista, que por suerte sobrevivió al impacto, hirió a catorce personas y mato a cinco, entre ellos a una niña de nueve años.
Gabrielle Giffords |
Es fácil encogerse de hombros y decir que esas son “cosas de gringos”. Tanto los filmes, como la televisión y las noticias nos muestran que en Usa estos tiroteos son pan de cada día que ocurren en escuelas, universidades, juzgados y al aire libre, que los estadounidenses todavía viven en el Far West y que todo lo arreglan a balazos. Que son una población de locos violentos. Puede ser, nosotros también tenemos locos y violentos en nuestra población. Nuestro índice de delitos sangrientos es altísimo, tal como el de crímenes pasionales y violencia intrafamiliar. Sin embargo, no tenemos franco tiradores que disparan sobre la población indefensa.
Antes de que nos demos una palmadita en el hombro por ser tan cívicos, recordemos que nuestra democracia nos da una ocasión perfecta para ventilar nuestra frustración: “La cultura de protesta”. Creo que he mencionado que la mayoría de las manifestaciones en USA (y ya han visto las imágenes del Honor Rally del Tea Party, y hasta del mitin de comediantes Colbert-Stewart) son tranquilas. Las nuestras muy por el contrario son un espectáculo de violencia urbana, donde en vez de dispararles a los peatones, se les tira piedras, se agarran con los pacos, y rompen la vía pública y los vidrios de cuanto negocio pillan a su paso.
Basta recordar los highlights de la Revolución Pinguina que dejaron medio Santiago en el suelo. El angelito uruguayo ese que le aplastó la cabeza al carabinero con una roca, los estudiantes de la Santa María, tan lindos, que se creían Caupolicán y lanzaban arboles y rocas sobre los automovilistas de la Avenida España. ¿Alguien se acuerda de la María Música y el jarrito de agua?
Pero no solo ocurre aquí. En el ultimo año, hemos visto a estudiantes griegos luchar cuerpo a cuerpo con la policía, a sindicatos y estudiantes galos tratando de tomarse los depósitos de gasolina para doblarle el brazo al gobierno y a los estudiantes ingleses agarrar a botellazos la limosina del Príncipe de Gales.
Vivimos en eras de miedo, inseguridad y frustración. Esta es la década más violenta que recuerde desde mi nacimiento. Y a pesar de las comparaciones, es más violenta que los 60’s. Creo que no se veía ese nivel de frustración y miedo desde los años 30’s. Y Jared Loughner es un vivo ejemplo de nuestros tiempos de cólera. Es casi significativo que la pajarita Christina Taylor-Green a la que él asesinó sin piedad, hubiera nacido precisamente el 11 de septiembre del 2001. Tanto su nacimiento como su muerte quedaron encuadrados en la brutalidad de este siglo.
Christina Taylor-Green |
Lo más irritante es que la gente no lo ve así, tanto medios como políticos lo manipulan para aprovecharse. Loughner, el atacante del sábado es un individuo perturbado. A sus 22 años ya fue expulsado de la universidad por mala conducta y rechazado por el ejército por uso de drogas. Agreguémosle que sus lecturas favoritas eran "Mein Kampf" y "Das Kapital" y ya tenemos un antisocial medio loco.
Pero para la progresía norteamericana, Loughner es un engendro del Tea Party, un ejemplo de la juventud republicana, un inspirado por los discursos de Sarah Palin que algunos acusan de “tenérselas jurada” a Gabrielle Gifford. La prensa liberal dijo que era un “veterano”. ¡El tipo nunca entró al ejército!
La misma Hillary Clinton ha calificado a Loughner como un “extremista”. Si Señora secretaria ¿pero de qué espectro? El asesino leía a Marx y creía (tal como Rosie O’Donnell, Michael Moore y Charlie Sheen, bastiones de la farándula progre) que las Torres Gemelas fueron derribadas por ordenes de Bush. Además se dice que tenía un altar satánico con calaveras en su casa. Bastante alejado de los religiosos conservadores del Tea Party.
Esta terrible tragedia ha servido para que cada grupo afile su hacha. Están desde los que consideran que esto es un ejemplo de la necesidad de prohibir las armas, hasta quienes ven este atentado como una muestra de antisemitismo (Gifford es judía e irónicamente posee armas de fuego y cree en el derecho de los ciudadanos a portarlas).
No lo ven como un ejemplo de la hostilidad social, del miedo ante un mundo en crisis, o de lo peligrosas que son las nuevas generaciones cada vez más salvajes, egocéntricas, amorales y convencidas de su propia invencibilidad. Agreguémosles que si Loughner es un drogadicto es natural que cometa actos de enajenado mental. Agreguémosle que es un ejemplo de su generación. A sus 22 años no tiene metas, ni sueños, ni afectos. Nada mas peligroso y sobre todo en un polvorín como es el Suroeste en estos días.
El Sheriff de Pima County, donde ocurrió el atentado, acusó a la vitriólica retórica de los políticos de esa zona. Vale recordar que Arizona está demandando al Gobierno de Obama por los problemas de los ilegales. Sin embargo, el sheriff se refería específicamente, y sin pruebas, a la retórica incendiaria de la derecha olvidando que el lenguaje mas fuerte viene de los medios líbrales ahora empeñaos en crucificar a Sarah Palin. El economista Paul Krugman en el New York Times acusa al Tea Party y a Fox News de ser cómplices en este atentado. ¿Quién esta usando una retórica de odio?
2 comentarios:
De acuerdo con que hay extremistas, fanáticos y descerebrados en todas partes, pero si en algunas partes se lo ponen fácil el conseguir armas, pues el resultado es aún peor.
Hola,
Bienvenido! El individuo tenía antecedentes de todo tipo. En la universidad los compañeros y los profesores le tenían miedo. Se le suspendio con ordenes de no volver a menos que ya se hubiese puesto en tratamiento psiquiatrico. El ejercito lo rechazó. ¿Y aun asi pudo comprar un arma? En ese caso si estoy de acuerdo en que se la pusieron facilita. Pero desconfio mucho, en general, de controles legales sobre armas de fuego , porque al final quien quiere conseguirla o armar una siempre puede hacerlo.
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