domingo, 15 de agosto de 2010

De mensajero de esperanza a arrogante alfeñique


Barak Hussein Obama llegó a la Casablanca con el slogan “Obama es el cambio”. Dos años más tarde ese cambio se siente, desde las ambivalencias vocales del Presidente hasta las posturas que su electorado está adoptando y que lo alejan de su fetiche hibrido.

No voy a culpar a Obama de la mezquita. Ese proyecto es un ejemplo del desvío de valores de una Nueva York que no reconozco, que no se parece al mundo en donde crecí y me formé. Pero si lo culpo por abrir la boca y decir algo tan confuso que la prensa mundial declara “Obama aprueba la construcción de la mezquita”. Luego, el hombre sale medio enojado, medio arrogante y declara que no dijo eso, que no quiere, que no va a hablar del tema. ¿Pues entonces por qué habló?

No sé que es peor, su metedura de patas la noche anterior o su intento de enmienda de la mañana siguiente. Así, los amigos que hizo ayer los pierde hoy. Y Obama se está quedando sin amigos. Los que votaron por él,  por fin son conscientes de lo que sus detractores siempre supieron. El hombre no tiene experiencia, no sabe enfrentar situaciones críticas como lo demostró durante el derrame de petróleo. El hombre es altanero, pero carece de firmeza, divide más que une y no es un apoyo para el pueblo como lo era Bill Clinton, al menos en su primer reinado.

El país se une en críticas que le llueven por todos lados; desde el Tea Party de Sarah Palin hasta los demócratas más izquierdistas. Obama se está quedando solo. En las encuestas no solo ha bajado, su mujer lo supera en popularidad. Se entiende. Pasa lo mismo que en la Argentina, que la Señora K. siempre tiene su claque porque es buenamoza y coqueta. Michelle Obama no es ni lo uno ni lo otro, pero se refugia en una imagen de madre militante, de mujer que sabe de luchas y miserias. Aunque este muy fotografiado veranito andaluz, alternando con la realeza o zampándose helados gigantes, no le ha hecho bien a la imagen de la Primera Dama estadounidense.

Volviendo a Obama, lo cierto es que nada ha mejorado con su llegada. La economía, la vivienda y el desempleo siguen en crisis. Su plan de salud es incierto y sospechoso. Se han agregado mas conflictos al problema de la inmigración y en el ámbito de las relaciones exteriores Obama no inspira admiración ni respeto.

A diferencia de su mujer y de Bill Clinton, Obama no se acerca al pueblo, no se gana el cariño ni la confianza de la gente. Es una figura distante incluso de los mismos afro-americanos que cifraron sus ingenuas esperanzas en él olvidando que Obama no es negro, es mulato. Su background en lo que respecta a familia y crianza es tan abigarrado que lo diferencia completamente del de de la gente de color de USA.

La imagen que ofrece a su pueblo y al mundo es la de un ser soberbio, pero a la vez confundido y sin grandes convicciones ni en lo que presume apoyar ni en lo que Estados Unidos siempre ha representado. Como persona y como líder, Obama exuda debilidad y para un país y un mundo al borde del caos, eso es un gran peligro.

2 comentarios:

www.MiguelNavascues.com dijo...

Yo le veo muchas similitudes con Zp. Está rodeado de gente buena, al menos en economía, pero él, mentalmente, no llega mucho más lejos que nuestro verdugo.
Me fijo mucho en las expresiones de la cara. No es que crea que la cara es el espejo del alma, pero casi. Obama y Zapatero, de distinta manera, tienen una expresión de boca traicionera. Sus rictus incontrolados son horrorosos, de unos iscariotes, a los que hay gente, ahora, reverencia.
Clinton era un cínico absoluto, pero muy competente. Estos son unos moralistas incapaces.

Violante Cabral dijo...

Yo antes pensaba que Zapatero era tonto y Obama un poco ingenuo, pero bien intencionado. Ahora los veo a ambos como malévolos. Obama es ultra ambicioso, pero además es como si viviera en otro mundo. No quisiera ser su asesor estoy segura de que es inaguantable y que no debe escuchar consejos.

Clinton me recuerda un ensayo de Ortega sobre Mirebeau, en que se cuestionaba si un buen político debía también tener rectitud moral. Creo que la vida privada de Bill es asunto de él y Hilary. Prefiero un cínico que toma buenas decisiones respecto al país y que sabe meterse a la gente en el bolsillo, que un ridículo amateur que usa a su familia para hacerse publicidad como Obama.